“Maestra, ¡¡P E R D Ó N!! Le debo carta desde que el mundo es mundo; pero póngase en la piel de esta loca, alérgica a las letras, que odia contar miserias, y que al aterrizar le dieron palos hasta en el pasaporte. ¡¡Si aún estaba adaptándome a esta ciudad, cuando Julito me hizo talco!! Y me mordió duro la depre, o quizás el gorrión, o los dos juntos y me puse superflaca…o a lo mejor fue mi alergia al picante que en este planeta echan en demasía… Por favor, bórreme de su lista negra, desde hoy prometo comunicación constante.
Los primeros tiempos la pasé fatal, así que pedí permiso al Dire de mi escuela y, al terminar las clases, descargaba contra uno de sus pianos toditas mis malas vibras. Llegaba a la casa rota, lista para coger cama. Pero como no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista…, TA-TA-TA-TANNNNN!! Apareció Gurkan.
Profesor de piano. Trabajaba conmigo y se quedaba, fuera de hora, dando repasos en otro aula. En mi tormento, no me percaté de su existencia. Gurkan dice que él tampoco se fijó en mí, que fue una tarde, cuando su oído chocó contra mis dedos, donde empezó la cosa, y, conociéndole… puede ser.
Le gustará Maestra, es como yo, vive por y para la música. Tronco de despistado. Tiene una sonrisa que me parte en dos, unos ojos que me requeteadoran, y un oído y unas manos... ES TAN YO, Y SIN EMBARGO TAN ÉL…le juro por lo más sagrado que nada que ver con Julito…!!
“Pa” que se ría un rato, le contaré que al inicio no hablábamos. ¡¡NO PODIA!! El inglés que aprendí con Vd. daba para lo básico, pero desde luego para hablar, lo que se dice hablar... Nadie se imagina lo difícil que es estar 24 x 24 viviendo en una lengua que no es la tuya. El alma se te traba al retratarse en gestos. Aunque si llegas a cogerle el puntico, tiene su guasa.
Una tarde, ni sé porqué, los dedos se me agarrotaron y se negaron a tocar. Alertado por aquel extraño silencio, Gurkan se acercó. Debí parecerle tan alterada, que me pidió un trocito de banqueta, y se acomodó pegado a mí. Sus manos empezaron a moverse por el teclado, tratando de arrastrar las mías. Eran tan ágiles que las dejé hacer. Maestra, no le puedo explicar lo que sentí… Sin saber cómo, el teclado se volvió amigo y mis dedos hicieron por seguirle y, un momentico después, tocábamos a cuatro manos. A partir de ahí todo fue tan fácil…Nos besamos, nos acariciamos. Sus manos dejaron el piano y las mías se acomodaron sobre su torso, y… y… y… YYYY ¡Qué le voy a contar que no se imagine ya…Llevamos meses “happy” tan “happy”…”
Fragmento de A CUATRO MANOS_Susana Monís
Me parece que no te has dado cuenta de que el texto está repetido, el mismo una vez detrás de otra. Por lo demás, me encanta lo que has escrito, tienes una forma de narrar muy poética que me gusta mucho.