De la Manma siempre recuerdo su eterno olor a bebé. Cada vez que tomo a un niño en mis brazos ella regresa a la velocidad del rayo a mi mente. Y es que El Flaco se enamoró de una niña grande, que le ataba al mundo y a nosotras, Bella pareja, aunque ser la compañera de mi padre no debía de ser fácil, ella era feliz. Nunca se enfadaba. La recuerdo siempre con gesto sereno, ojos vivos color caramelo y una piel tan suave. No era bella, rectifico, bella según los cánones establecidos. Sus proporciones no eran perfectas. Era bajita y chaparrita, pero tenía algo, un algo que toda guapa desea. Ese "algo" le hacía entrañable, inolvidable, haciendo bello lo que individualmente eran imperfecciones. Así, su diente partido daba cierta picardía a su rostro, las múltiples pecas que moteaban su nariz y sus mejillas le convertían en una eterna niña, y sus ojos pequeños estaban tan llenos de luz que parecían enormes azabaches. Sus redondeces la hacían tan dulce y tierna, que era difícil verla como mujer luchadora, pero lo era. Pocas veces participaba en nuestros juegos. Su tiempo era limitado. La mayoría del rato le veíamos limpiando y organizando aquel rincón del mundo en el que lo único que de verdad sobraba eran buenas energías. De mi familia, ella era la única que vivía en el planeta tierra, y como después comprendí, siempre se necesita que alguien pise la realidad para que los demás sueñen, pero cuando eres pequeña hay tantas cosas de los mayores que ignoras....
La Pizca del Largo_Susana Monís
Fotografía de Jorge Oller y Cari un día como ayer en Tarragona.
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