Era tan consciente de que necesitaba plasmarme en tinta, como de que en el proceso, mis pies permanecían, siempre, pegados a tierra. Desde niña, trabajé así cada relato... Los ocupas de mi mente: Deseos, preocupaciones o reflexiones, se encargaban de invitar a la imaginación a jugar con ellos. A mi me llamaban sólo para tomar apuntes. Sin proponérmelo, ellos me iban construyendo el relato.. La fantasía no ejercía de dueña, sólo de amiga. Quizás, por eso, los sentía tan míos. Escribía para compartirme, pero también para releer lo volcado sin filtro, que era la mejor forma de saber dónde me encontraba parada. Leí la primera frase:
"Pertenecer a dos mundos, marca una forma de latir. El ritmo lo impone la mezcla" ,
La rabia y la importencia se apoderaron de mi, al comprobar que cerebro y corazón eran músculos tan olvidadizos que habían borrado de un plumazo, de su memoria, que yo había sido la madrileña más recalcitrante, poco viajera y más apegada a lo mío, del mundo mundial. Si marchaba unos días de fiesta, al regresar, sentía un golpe bestial de felicidad ¡Respiraba Madrid por los poros! Toda yo pertenecía a este asfalto que tanta vida tenía. Dueño de mis neuras y risas. Amaba familia, amigos, barrio, casa, calles, mis fiestas, las del vecino, sus noches, mis días, conciertos, silencios, bullicio.... Estaba convencida de haber nacido en el momento preciso y en el lugar oportuno . A Luna, me imagino que de alguna manera, le inyecté en vena ese amor por mi tierra. Y eso que, cuando ella nació, estábamos de deudas hasta el cuello....la última y más fuerte, me obligaba a seguir pagando hasta después de ser enterrada y comida por los gusanos.... Pero no me quejaba... en muchos aspectos me sentía súper feliz y pensaba seguir en esa dinámica. De pronto, mi vida dio un vuelco: Me ofrecíeron trabajar en La Habana, con un sueldo que me permitiría en un par de años cancelar deudas y vivir felices como lombrices en Madrid. Y marché, pensando que era dueña y señora de nuestro destino...TREMENDO ERROR!!
Luna cumplió sus 3 añitos fuera de una España, que con la implantación del euro, nos había vuelto más nórdicos y pobres. Los primeros meses en La Habana, los pasé llorando mi Madrid, mientras curioseaba en una realidad que me atrapaba cada vez más. Pero como decía mi padre: "El hombre propone y Dios dispone", así que los años en La Habana se fue estirando. Por casualidad, azar o destino, nos impregnó de esa realidad mágica. La Isla, sus gentes se metieron tan dentro de ambas, que la ciudad se convirtió en nuestra casa, y los amigos, en familia. No se en que momento, Cuba pasó de ser una tierra amable, en la que disfrutábamos como extranjeras, a adoptarnos y permitirnos formar parte de su ritmo. Jamás nos succionó, pero llegamos a integrarnos de tal forma que dolían sus derrotas y celebrábamos como nuestras sus alegrías.... Conforme el tiempo pasaba, más tiraban las raíces, y, a la par, más me integraba . Y las raíces ganaron cuando la nostalgia se consiguió meter como cuña en mis zapatos. Además, poco había que pensarse ya... Luna terminaba el colegio, necesitaba volar, labrarse un futuro en un lugar que le pudiera proporcionara alas, y yo, que había vivido tan bonito Madrid, moría porque ella lo disfrutara. Nos costó mucho despegar, y además, el aterrizaje en Europa, fue también complicado... Ya no éramos "ni de aquí, ni de allá" como decía David Torrens. Añorábamos el Madrid que disfrutábamos en las vacaciones e idealizábamos en la distancia, nada que ver con el que nos encontramos. Y nos costó cogerle el golpe. Su paso, o el nuestro, estaban cambiado. En mi ausencia, había dejado de pertenecerme...
Y es que regresaba con doce años más y. mi Madrid siempre fue joven, loco, divertido... La noches eran su plato fuerte y las juergas en grupo su alimento. Era su complejo de Peter Pan el que lo hacía eternamente atractivo. Luna y sus amigos le llevaban tan bien... Su relación de simbiosis desataba mi envidia y mi nostalgia por partes iguales. Amigos, conocidos y familia, al saber que nos quedábamos, nos introducían en unas agendas apretadas, buscando hacernos hueco en sus vidas. Los diálogos eran tan locos... Yo sólo hablaba de Cuba, y ellos de un mundo que era ajeno a mis intereses.... EL MULATAJE me había hecho diferente, para bien y para mal vivía distinto y eso enriquece pero también te aísla. Observaba mi Madrid como, en su día, observé a La Habana, tomando distancia, midiendo con otros parámetros.Y pasó el tiempo...
Un día, sin saber porqué, decidí darle una oportunidad a mi ciudad, y empecé a buscarla, perdiéndome en sus calles. Y volví a encontrar mi hueco mientras escuchaba con atención a quienes me importaban. Aprendí a saborear los reencuentros mientras buscaba futuro. Y regresaron las ganas de crear y volví a volcar en un teclado mis pensamientos, y siguiendo la misma dinámica de siempre, volví a releerme... En esas estaba cuando empecé esta reflexión, leyendo la primera frase de un relato....
"Pertenecer a dos mundos, marca una forma de latir. El ritmo lo impone la mezcla"
Y si verdad es, que cerebro y corazón son músculos olvidadizos, que no recuerdan quien fui en el pasado, también es cierto que plasmaron en palabras una radiografía muy aproximada de quien era era yo actualmente.
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