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SER O PERTECER.... ETERNO DILEMA

Foto del escritor: Susana MonísSusana Monís

 

Aceleré sin motivo. Nunca me invadía la prisa ni las ansias de llegar a las fiestas de mi hermano, aunque eso no quitaba que amara la velocidad. Odiaba sentirme preso por unos compromisos absurdos, que sentía nos hacían miserables.  A éste mi asistencia era obligada: mi hermano mayor, quien me crio,  cumplía medio siglo y mi asistencia obligada, a algo que era todo, menos una reunión familiar, que era precisamente lo que le gustaba tanto a mi novia. Si Inés me entendiera un poquito más....


A mitad de camino, mi máquina,  empezó a rugir feo. Desaceleré, a la par que me sumí en un vigilante silencio. Inés, como buen paquete, se dejaba llevar, a pesar de no entender ni sentirse interesada por la comunicación entre la máquina y yo.   Al vislumbrar los dominios del Gran Luis de Llorente y Allas, por primera vez, sentí su presencia y ella, por primera vez en tiempo, creo que se sinti feliz. Era una enamorada de las fiestas de mi hermano y de esa casona bella, sobria y estilosa en la que vivía . Pero esta vez, hasta a mi me sorprendió con una escenografía espectacular.... La entrada, que siempre había sido escoltada por unos gigantescos abetos, lucía iluminada por unos gnomos de cera. que señalaban el camino.  Ese toque generaba un ambiente de fantasía, lindo. Pero mi Máquina no entendía de lindezas...  .


No se si por miedo, respeto, rebelión, o, simplemente, por enfadar a Inés ... dejó de funcionar y se paró frente a la entrada. Su protesta muda era tan evidente: No quería ir a donde me sabía incómodo. Fiel a su dueño hasta la muerte, sabía que este planeta plástico no era para mi, así que se negaba a posar una sola de sus llantas sobre territorio enemigo. Era la tercera vez que se rompía en ese lugar ¿Casualidad? Eso pensé yo las dos primeras veces.... No pude evitar sonreírme ¿Cómo no amarla? Tan leal… Formábamos un buen equipo. Conforme tomábamos carretera éramos uno.  Me entendía cada señal y yo me dejaba llevar por ella…. Si fusionábamos nos olvidábamos del tiempo. Agradecia tanto su autenticidad!! Todo aquello que Inés odiaba de ella era, precisamente, lo que a mi  me atrapaba.  Inés llevaba los imprevistos tan mal, estaba tan enfadada que con el contratiempo, con mi calma, con la vida ...Tuve que controlarme para que no se me escapara la risa....y al taponarla,  los pensamientos empezaron a enroscarse y llegaron a una conclusión, que jamás compartiré en público::



Estaba claro que  los tríos nunca eran buenos y que, PASION Y PAREJA, sólo tiene en común que las dos comienzan por la misma letra. Cuando una aparece, la otra se esfuma

Mi mente había analizado en dos segundos lo que mi corazón no quería mencionar.....



Jorge y Luis, dos viejos conocidos, que trabajaban para mi hermano, al verme en dificultades, dejaron de atender invitados para saludarme y hacerse cargo de mi moto, pero yo no la iba a dejar sola ante el peligro. Les ayudé a aparcarla entre dos carros tan serios como potentes.  Me hice la promesa de regresar rápido. .. Miré a Inés buscando algo de calor, comprensión,



Vamos -me dije-…Seguro que  tiene alma, seguro es humana…  o, ¿NO?...

Ni cuenta se dio de mi petición de socorro, estaba demasiado ocupada ensayando la mejor de sus sonrisas, esa que exhibía siempre entre los míos, y aparcaba cuando estábamos solos. No me enfadé, ella era así, no cambiaría jamás. Tenlo claro, Javier, nunca te va a entender me dije.

Sesenta pasos  nos separaban de la mansión.  Los conté, uno a uno.  Venían  impregnados en pastoso mutismo, de ese que se da entre quienes no tienen nada que decirse y que desluce la más bella puesta de sol. Inés pasó el camino apretando sus labios, en un mohín de niña malcriada, que yo interpreté a la perfección. No le importó abandonar mi moto lejos de la fiesta, pero sentía como insulto, recorrer el camino a pie, aunque fuera de la mano de el hermano del anfitrión. Como sabía lo que yo pensaba de todas sus ínfulas de reina mora, sufría en silencio “mis rarezas”. Muchas veces me había preguntado porqué seguiría conmigo. A lo mejor le pasaba lo que a mí… Quizás yo era lo menos malo que ella había encontrado en su mundo, y seguramente representaba el escalón más cercano al planeta en el que deseaba vivir... El odioso silencio sólo fue roto, por el saludo del claxon de un tardón que quería que se le reconociera, no por quien era, sino por el deportivo que llevaba


¿Qué sería de aquellos hombres sin sus posesiones? – Pensé



Llegamos. Reconocía el señorío de aquella antigua y estilosa casona, que en su tiempo debió de ser morada de personajes de sangre azul y que mi hermano había adquirido en una subasta, y aún así, nunca había querido contarnos el pastizal que tuvo que abonar, debieron de ser un montón de billetes. Yo más de una semana nunca había pasado allá, pero no era mía. La construcción era bella, pero gélida. El frío que se me metió en el cuerpo conforme llegabamos a ella y veía todo lo que tenía que soportar....

Inés rápidamente ocupó el puesto de cuñadísima y fue succionada por el ambiente. Si aquella bella morena de grandes ojos y facciones extrañas, supiera que ese don especial para integrarse en mi aparato familiar, era lo que más me alejaba de ella... pero era imposible que comprendería, ni ella, ni cualquier otra Inés que rondara mi vida y lo que estaba claro es que yo no era feliz allá, que no era una pose de niño malcriado. Precisamente onocía tan bien ese planeta que me alejé de él y sólo lo visitaba cuando me veía obligado.

Huyendo de las máscaras y de las palabras grandilocuente sin contenido, conseguí subir a la segunda planta. Asomé la cabezota por la baranda: Conté cuatro camareros enfundados en blancos uniformes y un centenar de invitados: Hombres de mediana edad, formaban una pasta homogénea con abundantes tropezones de rubias, morenas, pelirrojas, envueltas en trajes cortos o largos, con melenas al viento o hermosos recogidos. Cada cual substanciaba un guiso que a los ojos del mundo era una auténtica “delicatesen”, del que yo, aún cociendo en la misma cazuela, no sentía formar parte. Inconsciente busqué mi cámara, para inmortalizar mi sentir, pero ella, la única que siempre me calmaba, que sin hablar, expresaba mi latir, había sido olvidada por Inés en nuestro apartamento, cuando salíamos.


Sin querer, vi mi imagen reflejada, en uno de los espejos del pasillo. Sin cámara, embutido en la ropa que Inés había elegido. Si seguía con Inés terminaría hablando como ellos, sintiendo como ellos. Me agobie…. Inés me había conocido siendo otro, pero al parecer, perdonaba mis desgastados vaqueros, mi descuidado corte de pelo, o mis tímidas escapadas a las fiestas de malolientes moteros, con tal de disfrutar las mortíferas reuniones como ésta, onde nadie hablaba de corazón con nadie, pero todos y todo se vendía. Por aquellas exhibiciones de pavos reales, Inés moría deslumbrada. ¡El mundo al revés! Ella llevaba semanas insistiendo en que aceptara el trabajo en la empresa de mi cuñado, de que colgara la cámara como no fuera en momentos puntuales y generar una agenda con fiestas como ésta que ella disfrutaba por los dos. Todo pintaba tan feo...


La imagen que me devolvía aquel espejo me acomplejó. Me sentía tan enconrsetado,faltaba cortarme el pelo, como insistían ella y mi hermana, y no me distinguiría de ellos, pensé.

 ¡Cómo me gustaría sentir como Inés!.  Todo resultaría mucho más llevadero… -pensé mientras decidido entre en la habitación que mi hermano seguía considerandooslos mía, o eso decía. Abrí el armario. Sentí alivio al ver guardada alguna ropa mía.

Sólo cuando me quité el traje y me vestí de mi, con esos vaqueros desgastados y la chupa de cuero que tanto molestaban a mi chica, empecé a sentirme a gusto. El ambiente apestaba, así que recogí mi casco y fui en busca de mi máquina, regresando por el sendero de abetos hasta encontrarla. Nadie se había percatado de mi ausencia. Nada más meter la llave, arrancó al momento…. Juro que lo esperaba. Ella nunca me había fallado…. Recogería la cámara de fotos en casa, y luego, entre mis cosas, yo, decidiría, solo, que hacer con mi vida. Lo que estaba claro era que Inés jamás entendería….



 
 
 

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